31/8/08

Sé que estás aquí...


Acabo de llegar. Una habitación cálida, las paredes pintadas de verde manzana, dos ventanas con las cortinas abiertas. En el salón, la puerta de la terraza está abierta, dejando pasar el abrasador aliento del desierto, que se adhiere a mi cuerpo como una lengua ardiente. Mi ropa está empapada en sudor. Me quito la chaqueta y el sombrero, que lanzo sobre la cama. Las sábanas están revueltas... y pienso en ti. Ayer estuviste ahí, entre mis brazos, entre mis labios, amasando mi cuerpo con tu vientre abierto. Exprimiéndome la vida, suavemente, con los movimientos de tus caderas, por mi erecto miembro dentro de ti. Hicimos el amor, nos follamos, saciamos nuestro sexo sediento... Pero, fue ayer? ... No puedo recordar cuándo te fuiste. Hace tanto que no te tengo en mis manos... tal vez fuese hace una semana... un mes?

Necesito un trago. Del mueble bar saco una botella de licor y me preparo un vaso con hielos. Después del primer trago que calma mi sed, llevo una silla hacia la terraza, pero la coloco delante de la puerta, sin salir, y me siento en ella. Me desabrocho la camisa y el sol quema mi piel blanca. Acaricio mi pecho desnudo, deslizando los dedos por el sudor que me baña. Paso el vaso por mi frente y los hielos se deshacen poco a poco al contacto. Oigo un ruido en la entrada...

Mi corazón se altera, mis ojos se abren y mis oídos intentan escuchar tu aliento. Pero no eres tú quien entra. Es ella otra vez. Lleva toda la semana viniendo. Me arregla el piso, recoge un poco y se va. Pero no le dejo que haga la cama, quiero que se quede así. Me saluda y comienza sus tareas, después de quitarse el sombrero y cambiarse de blusa. Por el reflejo del cristal veo cómo lo hace. Es guapa, no muy alta, pelo rojo. Tiene unos pechos grandes y turgentes que siempre me parece que van a romper el corsé que le ciñe, increiblemente pequeño en comparación a ellos. Cuando se quita la blusa, deja ver sus hombros desnudos y el pelo cayendo por su espalda. Justo hasta un lunar que tiene en medio de la espalda, entre los omoplatos. Creo que estoy teniendo una erección. No, no lo creo, mi polla está creciendo lentamente con la visión de su cuerpo medio desnudo. Ella se arregla despreocupadamente. Se coloca bien el corsé, metiendo la mano por sus pechos, sacándolos para que se vean bien entre los botones de la blusa. Los aprieta firmes hacia arriba y les da un pequeño vaivén. Mi erección ya no es pequeña. Tengo la polla dura como el hielo que me llevo a la boca, pero está ardiendo. Tan solo la miro, no muevo más que mi copa, aunque no puedo evitar pasar mi lengua por el borde del vaso, pensando que son sus pechos los que recorro.

Ha terminado de vestirse, ha cogido el plumero y se dirige hacia aquí. Siempre empieza cerrando la terraza, dice que el calor que entra por ella le producen sofocos y mareos. Y yo suelo dejarla, pero... cuando está a mi altura, junto a la silla, sin mirarla, sujeto su brazo. Ella no dice nada, sólo espera mirándome. Mi mano desciende y se pierde entre sus muslos. Subiendo poco a poco, llego hasta su sexo. Mi mano recorre sus braguitas húmedas. Meto mi mano entre sus piermas, por detrás, llegando hasta su vientre y comienzo a bajar su pequeña ropa interior. Ella, complaciente, mi mira nerviosa, sin moverse. Tan solo mueve sus pies para que pueda sacar sus braguitas negras transparentes. Apuro mi copa. Con mi boca sujeto el último hielo que quedaba y lo cojo con mi mano. Vuelvo a meter la mano por debajo de la falda y llevo el hielo hasta el clítoris que intuyo duro como mi polla, pugnando por salir de mis pantalones. Ella me la está mirando, dudando qué hacer. Pero se estremece y muerde el labio al contacto del hielo, mientras se le escapan pequeños gemidos. El hielo se deshace en su interior, mezclándose con sus flujos vaginales, que caen por sus muslos.

Ella me mira, sonriente, tímidamente, y se arrodilla delante de mí. Mientras comienza a quitarme los pantalones, cierro los ojos. ... Por qué tienes que venir ahora? no deberías estar en mi cabeza. Al menos no mientras ella me está chupando la polla. No deberías saber cómo mordisquea mis huevos mientras agita mi verga enhiesta. No quiero que veas cómo se la va metiendo en la boca, poco a poco, hasta que no queda nada fuera, mientras me mira. No quiero que sepas que ya ha perdido su timidez para convertirse en una pequeña zorra viciosa deseando follar conmigo y que la llene con mi polla.

Abro los ojos. Ella sigue chupando disciplinada mi polla. La levanto y la miro, se limpia la saliva de sus labios, mezclada con mi semen, a punto de derramarse en su boca. Levanto su falda, dejando a la vista su coño bien rasurado. La agarro de la cintura y la echo sobre mis rodillas, con el culo en pompa. Esto te gustaba, verdad? cuando te daba aquellos azotes gritabas como una perra en celo. Mientras pienso esto, su culo se ha enrojecido ya de los cachetes. Ni siquiera ha gritado. Aprieta los dientes con fuerza y disfruta en silencio de mi dominio. La levanto y la siento a horcajadas sobre mi, pero dándome la espalda. Sujeta mi polla enrojecida con sus manos y se sienta sobre ella lentamente, metiéndosela poco a poco y dejando salir un suspiro por su boca. Realmente me gusta follar con ella, pero...

Ella se arranca la blusa, saltando los botones por la habitación, y saca sus pechos por encima del corsé, que reciben mis manos abiertas. Se mueven arriba y abajo al ritmo de mis embestidas. Sujeto los pezones tiesos y ella grita. Cuando follábamos así, siempre gritabas mi nombre. Apoyabas tus manos en mis rodillas, te inclinabas hacia delante, volvías tu cara hacia mi y movías tu cuerpo salvajemente, tu culo agitado, clavándote mi polla una y otra vez hasta el fondo. Llevo mis manos a su coño chorreante, y me quema su contacto. No deja de moverse y no deja de gritar. Ahora gime y jadea como una posesa, mis manos agitándo su clítoris, a punto de correrse. Yo noto como mi orgasmo está cerca, pero se resiste. Quiero que te vayas, no, no lo quiero. Quiero correrme sobre tí.

Se está corriendo. Su cuerpo recibe el orgasmo complacido, ansioso de que siga y siga dándole placer. Mis dedos siguen apretando su clítoris y con la otra manos, saco mi polla de su vagina, para correrme con el movimiento de mis dedos sobre ella. Mi semen comienza a salir, mientras aprieto mi polla, exprimiéndola. La agito con fuerza, mis huevos se golpean entre sí, sin dejar de salir la esencia de mi vida. Cierro los ojos.


Esto es para ti, mi amor. Te echo de menos.


Foto: Ellen Von Unwerth

8 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabes como me gusta que me eches de menos, mi vida. Te amo y te deseo.

Anónimo dijo...

Estos días de tanto calor, con mi cuerpo empapado en sudor, no hago más que masturbarme pensando en ti... necesito tu cuerpo...

Anónimo dijo...

Ven y tómalo, es tuyo, amore.

Alejandra dijo...

muy bonito blog y escribes muy bonito

besos
Ale

Anónimo dijo...

Ale, no escribo, siento lo que ves. Es mi June, la que me hace arder por dentro y quiero que lo sepa todo el mundo.

Le robaré un beso para ti...

d2 dijo...

Me gusta. Gracia por la sonrisa que me has puesto. Reconozco que es una forma original de decirle a ella que la recuerdas… Original pero poco recomendable me temo…

Anónimo dijo...

Me alegro por tu sonrisa, d2. Lo importante no es como lo haces, si no decir lo que recuerdas y decir que lo haces. Nuestra realción es así, fuego, pasión, sexo... amor.

Anónimo dijo...

d2 gracias por tu visita. Entre Henry y yo todo es recomendable, no existen fronteras que nos encierren, ni puertas que no atravesemos, con tal de amarnos y follarnos. Un beso..