13/9/08

Shopping and sex


Mi amado Henry:


Aún sonrío recordando la incidencia de nuestro último encuentro, y es que eres muy, pero que muy malo... y sabes que eso me encanta. Cuando me citaste en unos grandes almacenes me sorprendió, pues sé que no eres hombre de compras en lugares de tanto bullicio, con lo que comencé a preguntarme la razón de tal hecho mientras me encaminaba al lugar. Me esperabas en la puerta, y cuando me besaste advertí excitación en tu mirada. Me cogiste del brazo sin pronunciar palabra y atravesamos el centro a paso rápido, hasta que te paraste en la sección de lencería. Rodeaste los diferentes expositores, tocando las prendas con suavidad, seguro de ti mismo, como si llevaras toda la vida trabajando allí y escogiste unas minúsculas braguitas rojas. Te acercaste y me susurraste: "deseo follarte con estas, sólo con estas" mientras me las metías en el bolso. Cortaste mis balbuceos enlazando tus dedos con los míos, y te seguí hasta los probadores.



Tuvimos que esperar a que quedara uno libre. Tú acariciabas mis dedos y yo sólo deseaba ser tuya. Temblé al ver como dejabas el pasador sin cerrar la puerta, temblé cuando me dijiste: vamos, póntelas... temblé cuando subiste mi falda, te agachaste y fuiste bajando lentamente las que llevaba puestas. "Déjate los tacones" y tocándolas: "ya veo que mi zorrita está mojada". Me abriste mi chaqueta para dejar mis pechos libres, y te sentaste en el banco del probador, tan cerca que notaba tu aliento, a mirar como me subía las nuevas. Tu mirada me quemaba. Te levantaste y apoyaste mis manos contra el espejo, poniéndote detrás mío. Sonreíste ligeramente, y apartaste la tela que cubría mi sexo, que ya estaba empapada.



- Así me gusta, June, mi zorrita obediente. Ahora vas a ver como te follo.



Me penetraste sin preámbulo alguno, salvajemente, embistiéndome una y otra vez. Ni siquiera te quitaste la gabardina y yo miraba mi boca encendida, la dureza de mis pezones golpeando el espejo. Tu boca recorría mi nuca mordisqueándola, cuando ví que sacabas algo del bolsillo de tu gabardina. Luego frotaste con dos de tus dedos mi coño recogiendo sus jugos para llevarlos a mi lugar secreto, entre mis nalgas abiertas. Entonces sentí algo duro pujando por abrirse camino en su interior.. mi placer aumentaba y tú movías el aparato diestramente, al ritmo de tu polla. Mis jadeos se convirtieron en gemidos de placer y tapaste mi boca con una de tus manos. Olerte hizo que se desencadenara mi orgasmo, entre gritos que no pudiste acallar. En unos segundos se abría la puerta y aparecía dos guardias de seguridad, que con expresión sumamente seria nos pidieron que les acompañáramos.



Me extrañó que no pusieras objección ninguna, y les seguimos hasta un cuartucho semioscuro y destartalado en la planta inferior de los almacenes. Eran un hombre y una mujer, ambos uniformados. El hombre se quedó de pié, junto a la puerta, con los brazos cruzados, y la mujer se sentó en la única silla que había. Nos miró fíjamente, con el ceño fruncido. Luego se puso en pie y me rodeó sin quitarme la vista de encima. Reconozco que su mirada me turbó. Se volvió a sentar y te miró y te pidió sin pestañear que me desnudases. Sonreíste y comenzaste a hacerlo, ante la mirada complacida de la guardia. Me puso muy cachonda pensar que te gustaba hacerlo delante de otros. Una vez desnuda, me abrazaste desde atrás, y tiraste de mis pezones. La guardia tiró de su moño, dejando caer su melena de forma sensual sobre sus hombros. Se levantó y se acercó para ponerse pegada a mí, y lentamente fué desatando su camisa. Tenía unos pechos blancos, erguidos, apetecibles. Pasé la lengua por mis labios en un acto reflejo. Ella te miró y tú te acercaste para bajarla sus pantalones, hasta que quedó tan desnuda como yo. Nuestros pezones se tocaban y yo la sonreí. Ella acercó su boca a la mía, y me besó con suavidad, mientras sus manos amasaban mis nalgas. Luego bajó su boca hasta mis pezones que lamió con destreza. Miré al guardia, junto a la puerta, que nos miraba masturbando su enorme polla. Tú me sonreías entre excitado y travieso.




Entonces ella me esposó y ató a un arete que colgaba en la pared, más arriba de mi cabeza, con los brazos en alto. Con su porra me separó las piernas, y me dijo que no se me ocurriera cerrarlas. Y se fué, directa a ti, a comerte la boca. Tú la acariciabas de forma presurosa, no como haces conmigo, y reconozco que me puso muy cachonda verte así, deseaba entrar en vuestro juego, pero aunque mis gemidos os lo suplicaban me ignorasteis. Ella se tumbó sobre la mesa, ofreciéndote su hermoso coño que desde mi sitio veía brillar antojándoseme algo realmente apetecible. Tú le clavaste su polla, y nunca mejor dicho, amore, estabas como poseído, aunque el hecho de que me miraras a mí mientras la follabas hizo que casi tuviera un orgasmo.


Miré al guardia, que iba pasando su mirada de mí a vosotros. Mojé mis labios, y con la mirada le pedí que viniera. Él obedeció sin dudar, e intenté que me besara, pero se limitó a seguir masturbándose, a unos centímetros de mí. Yo sólo sabía que necesitaba una polla dentro mío ya, y él apiadándose de mí me metió dos de sus dedos en mi coño mientras con el pulgar frotaba mi clítoris duro. Se agachó hasta mi ombligo que penetró con su lengua y luego fué lamiéndome por un camino imaginario sobre mi cuerpo, dejando un rastro de saliva sobre él, hasta llegar a mi boca, que mordió con desespero. Yo no apartaba los ojos de ti, y tú comenzaste a soltar tu leche dentro de la guardia, que gimió entre espasmos. Mi follador entonces sacó sus dedos y me penetró sin miramientos, hasta que me corrí sobre su enorme verga. Alcancé a pedirle algo sin que me escucharas, mientras tú yacías exhausto sobre el cuerpo de ella.

Él sonrió y salió de mí. Se acercó hasta ti y acaricio tus nalgas con su polla inerte, una y otra vez, hasta que comenzó a ponérsele dura de nuevo. Tú te volviste hacia él, y supongo que sonreíste, pues no te ví oponer resistencia alguna. Te agachaste sobre ella a lamerle los muslos y el clítoris, y ella de nuevo gimió. El guardia comenzó a empujar con su polla queriendo entrar en ti, y se agachó un poco para poder masturbar tu miembro, que presentí duro y erguido.
Yo sólo quería que me desatarais... ella pareció adivinarlo y se zafó de tu lengua para acudir en mi rescate. Me lamió mi coño chorreante golosa, y luego izó sus brazos para desatarme. Nos comimos la boca, amasando nuestros cuerpos, sabiendo que éramos objeto de vuestra atención. Después nos subimos a la mesa, y protagonizamos un lascivo 69 con el que acabamos corriéndonos entre gritos, a la vez que vosotros dos.

Por eso, y por mucho más, me encanta que me lleves de compras... aunque no compremos nada, amore. Ojalá estuvieses aquí para secarme. Te amo y deseo, ven.



Fotos: Adriana Giotta

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi amor, mi vida, mi deseo... nada es como estar contigo, follar contigo o delante de ti, para que me veas, para que nos veamos, hace que pierda el sentido y el entendimiento. No puedo resistirme a nada, si me recompensas con tus orgasmos. Tengo el miembro erecto otra vez. Te quiero, te deseo, te necesito... voy.

Anónimo dijo...

Tan sólo leer tus palabras, que no son palabras, son vida para mí, y acentuarse aún más si cabe mi deseo de tenerte en mí. Ven, te regalaré mis orgasmos, que son sólo por ti, mi amor. Dale, mi vida...

d2 dijo...

jajjajajaj muy bueno, gracias. Esto alegra cualquier mañana. Me preocupa eso sí, salir de compras contigo....

Anónimo dijo...

d2: ¿preocuparse? no sirve de nada... así que mejor disfrutar. Nos alegramos de haberte alegrado la mañana, un beso.