22/9/08

Impaciencia


‘Vamos, date prisa –me dijiste– quítate la ropa y follemos de una vez. Estoy muy mojada y tenemos poco tiempo’ ‘Poco tiempo? –pensé– pero si acabamos de llegar y hasta dentro de dos horas no tiene que volver…’

Eres una impaciente, amor. El deseo que hierve tu sangre es más fuerte que tú, te impulsa hacia mi cuerpo como un rayo incandescente. Tan solo puedes pensar en tener dentro de ti mi verga erecta, pero el placer es algo que necesita su tiempo, creo yo. Tiempo para disfrutar de él, saborearlo, tentarlo, degustarlo… Sabes que me gusta besarte en el cuello, para que cierres los ojos. Sabes que me gusta acariciar tu espalda para erizar tu vello. Sabes que me gusta recorrer tus pechos con la punta de mi lengua, para que te muerdas el labio.

‘Arráncame las bragas de una vez’ gritaste desesperada mientras enredabas tu pierna en mi cintura, al tiempo que tu falda subía, mostrando tus medias de rejilla enganchadas al liguero. Cierto es que al mínimo contacto contigo experimento una excitación y deseo fuera de lo común. Mis piernas tiemblan, el sudor aparece en mi frente, mis manos dubitativas…

Allí estábamos, de pie, apoyados contra un árbol, besándonos. Bajé mi mano y palpé tu sexo sediento, a la vez que ahogado en flujos de pasión. Me mordiste el labio al hacerlo, con los ojos abiertos, suplicándome. Metí mi mano por dentro de tus braguitas, esas transparentes que tanto me gustan, con lacitos…y al primer contacto con tu clítoris tenso, tiré de mi mano y las rasgué sin dificultad. Sonreíste. Y mientras volvías a besarme desabrochabas mi pantalón. Sin darme casi cuenta, mi polla enervada se introducía por tu desfiladero vaginal, precipitándose al vacío de tu incontrolable sexualidad. Apretaste mi cuerpo al tuyo, cerraste tu círculo conmigo dentro de ti.

Tres minutos de jadeos, embestidas y mordiscos sirvieron para sacar de mi lo que tanto buscabas y uno más para escuchar tus gemidos a la vez que tu cuerpo convulsionaba al ritmo del orgasmo. Volviste a sacar lava de mi volcán, corriendo por las entrañas de tu ingle abrasadora.

Sólo tuve que subirme los pantalones y bajar tu falda, para que, sin dejar de besarnos, corriésemos entre los árboles del parque hacia nuestra desalentadora rutina diaria.

No sé cuándo volveríamos a vernos, pero ya estaba impaciente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi amada, mi June, sabes que me arde el deseo cuando estás así, impaciente, deseosa, descontrolada...
Mi cuerpo sólo necesita el tuyo, da igual de qué forma. Sería tuyo un minuto, un segundo, un deseo... entre tus sábanas, entre tus piernas...

Anónimo dijo...

Henry, mi amor... sabes de mi impaciencia, y eres tan complaciente conmigo que dejas que te devore con ansiedad según te veo. Pero también sabes que puedo perfectamente entretenerme siendo tuya las eternidades que haga falta, mi vida. Te espero... no tardes, amore. (¿junto a nuestro árbol marcado?)