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"Tu sexo te impregna la mente, se te sube luego a la cabeza. tienes un gran poder para mantener la ilusión. Sabes lo que sienten los hombres después de acostarse con una mujer. Quieren echarla de la cama. Contigo es tan emocionante antes como después. Nunca me sacio de ti"
«Cuando vuelvas te voy a dar una sesión de sexo y literatura –eso quiere decir follar y hablar, hablar y follar–. Te voy a abrir hasta la ingle. Te deseo. Te amo. Eres para mí toda la maldita maquinaria, como si dijéramos. Estar encima de ti es una cosa, pero estar cerca de ti es otra. Yo me siento cerca de ti, unido a ti; tú eres mía se reconozca o no. Cada día de espera es una tortura. Los cuento lenta, dolorosamente. Ven en cuanto puedas. Te necesito. Dios mío, quiero verte en Louveciennes, verte iluminada por la luz dorada de la ventana, con tu vestido verde del Nilo, el rostro pálido, una palidez helada como la de la noche del concierto. Te amo tal como eres. Amo tu espalda, la dorada palidez, la ladera de las nalgas, el calor de tus entrañas, tus jugos. Te amo mucho. Se me está trabando la lengua. Estoy aquí sentado escribiéndote con una tremenda erección. Percibo tu blanda boca cerrándose sobre mí, tu pierna que me agarra con fuerza, te veo de nuevo en la cocina levantándote el vestido, sentándote encima de mí y a la silla cabalgando por todo el suelo de la cocina haciendo cloc, che.»
"No soporto que estemos separados. Me siento en el suelo. Me acaricia el cabello. Me da besos alados en los ojos. Es todo ternura, solicitud. La sensualidad se agotó durante la tarde, pero baja los ojos y me muestra su deseo de nuevo prominente. Él mismo se sorprende: «Te quiero; ni siquiera pensaba en follar. Pero sólo con que me toques...» Me siento en sus rodillas y nos hundimos en la embriaguez de la succión. Durante un largo, largo rato sólo lenguas, los ojos cerrados. Luego el pene y el derrumbamiento de los muros de carne, asir, abrir, morder. Nos revolcamos por el suelo hasta que yo quedo agotada y permanezco inmóvil diciendo que no. Pero cuando me ayuda a quitarme el vestido y me abraza desde atrás, me levanto de un salto encendida de nuevo. Y después dormir, perdida, sin sueños".
"El deseo de Henry no se apaga nunca. Yo estoy dispuesta, abierta. Por la noche, libros, charla, pasión. Cuando vierte su pasión en mí, me siento hermosa. Le muestro un centenar de rostros"
"Henry y yo somos uno; yacemos soldados cuatro días. No con cuerpos sino con llamas.. Ninguna droga podría ser más potente. Qué hombre. Ha succionado mi vida y yo la de él. Ésta es la apoteosis de mi vida. Henry, Louveciennes, soledad, calor estival, olores estremecedores, brisas de cánticos, y, en nuestro interior, tornados y calmas exquisitas".
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